La voz de la sangre
La VIDA es quizás el más grande misterio de Dios y llena la tierra con sus formas variadas de insectos, animales, vegetales y también de cuerpos humanos. Por años la gran profesión médica buscó dónde se encontraba la vida en el cuerpo humano y, al fin, descubrió que se encuentra en la SANGRE.
Dios reveló esto al hombre hace treinta siglos en la Biblia en Levítico 17:11, donde dice: “Porque la vida de la carne en la sangre está”. Con este gran misterio de la VIDA, que se ha expresado en tantas maneras, ¿por qué sería extraño encontrar que la Palabra de Dios tiene una VOZ, que clama de la misma SANGRE que la protege? La Biblia revela este fenómeno en Génesis 4:10 donde Dios cuestiona a Caín, el primer asesino de la tierra. “Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra”.
Así que, Caín, quien había matado a su hermano en un crimen que parecía no haber dejado pista, fue llevado a la justicia a través de la VOZ de la SANGRE de su hermano muerto, ya que la VOZ clamó al Dios Todopoderoso por justicia y venganza. En este registro de Génesis se mencionan solamente dos hijos de Adán durante los primeros ciento treinta años, aunque se considera que Adán y Eva fueron “fructíferos y se multiplicaron” de acuerdo a lo que Dios les había mandado. En este periodo de tiempo pudieron haber nacido en la tierra cerca de un millón de personas, puesto que vemos cómo la familia de Jacob se convirtió en una nación durante su estancia en Egipto.
Por lo tanto, los dos hijos de Adán que se mencionan son una “figura” de los dos hijos de Dios, así como Adán y Cristo. Caín, el primogénito, es una figura del primer hijo de Dios en la tierra, Adán, así como Abel, el segundo hijo figura a JesuCristo, el segundo hijo de Dios el padre en la tierra. Adán, quien era la cabeza de la vieja creación carnal pecaminosa, parece vivir de nuevo en su hijo Caín, quien tenía una justica propia y era la cabeza de la línea incrédula y sin sangre a través de la historia humana.
Mientras que Cristo como la Cabeza de la nueva creación sin pecado, obediente hasta la muerte de cruz, está prefigurado en la vida de Abel como el iniciador de la línea de fe y de sangre de la humanidad. Tanto Jesús como Abel fueron muertos debido a que eran justos, ambos murieron por la verdad a manos de hombres religiosos. La línea de Caín fue de una justicia propia y muy religiosa pero nunca espiritual.
Sabemos que Adán debió haber enseñado a sus hijos acerca del gran plan de redención y que ningún pecador sería justificado sin el derramamiento de la sangre, también Adán recordó cuando estaba en el huerto del Edén cómo Dios sacrificó la sangre inocente de algunos animales por ellos después de que habían pecado, y cómo el Señor les hizo una cubierta de sus pieles. Adán le compartió a Abel y él fue obediente, y deseó hacer la voluntad de Dios, además, reconoció su culpa delante Dios, debido a su pecado heredado. Abel sabía que él era un pecador y necesitaba un sustituto, ya que su padre le había dicho que la simiente que vendría de una mujer “heriría la cabeza de la serpiente”.
Sin embargo Caín fue indiferente tocante a esto, ya que él era respetado por todos los hombres, sin duda, un hombre con buena moral y en su justicia propia, no se consideró como un pecador. Si un hombre respeta y honra su buena vida moral y sus obras de misericordia y de amor, ¿por qué Dios no pasaría por alto su pecado heredado en él? Así que el orgulloso Caín como millones de personas de su línea que le siguieron, rechazaron la ofrenda de sangre ordenada por el Señor y decidieron llegar al cielo por sus propias obras.
Sin embargo, él quiso ser respetado y algo en él lo hizo religioso, de tal manera que en el día que él y su hermano llevaron sus ofrendas al Señor, Caín trajo del fruto de la tierra, algo que él había hecho por su propio esfuerzo, y ya puesto en el altar pensó que Dios lo aceptaría. Por el contrario, Abel no tenía ese orgullo arrogante egoísta, él vino con un corazón humilde y quebrantado cuando puso al cordero muerto sobre el altar de piedra e inclinó su cabeza con humildad en oración, confesando su culpa delante del Dios Todopoderoso.
El fuego de Dios cayó, como siempre acontece cuando nosotros en verdad colocamos nuestros corazones quebrantados en los altares con nuestros sacrificios, al darse cuenta Abel que necesitaba un Sustituto. Sin embargo, la ofrenda del orgulloso Caín no fue aceptada pues el fuego no cayó sobre ella y no tardó en pudrirse y produjo un hedor para los que pasaban por allí. Así que el semblante de Caín decayó y se enojó con Dios por rechazar su ofrenda. El Señor misericordioso bajó y le dio una oportunidad al rebelde Caín de arrepentirse y traer otro sacrificio. “Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” He. 9:22.
Dios le habla y le pregunta a Caín por qué está enojado. Luego Dios le habla a Caín y le dice “Si bien hicieres (arrepentirte), ¿no serás ensalzado? (perdonado) y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta”. Gn. 4:7.
El Señor le muestra a Caín que es el pecado el que está en la puerta de su orgulloso corazón rebelde, también en su corazón. Así acontece en el corazón que rechaza a Cristo, el pecado se vuelve más destructivo, y unos días después mientras los hermanos discutían tocante a sus ofrendas, Caín mató a su hermano Abel, probablemente cerca del altar donde estaba la ofrenda no acepta de Caín. Fue en ese momento que la voz de la sangre derramada de Abel clama desde la tierra por venganza y Dios aparece de nuevo a Caín y le pregunta donde está Abel. Un pecado lleva a otro, así que Caín vuelve a mentir a Dios y dice no saber dónde está Abel. Luego, surge la primera pregunta del hombre en la Biblia: “¿Soy yo guarda de mi hermano?” Él no aceptaría la responsabilidad de ser el cuidador de su hermano, pero él tuvo que responder por esto delante de Dios. En la Biblia no se menciona que Caín se hubiera arrepentido, antes bien se escondió de la presencia de Dios, con la marca del juicio del pecado y de la muerte eterna sobre él, lo escuchamos clamar las palabras que la humanidad sin Cristo dirá cuando sean arrojados al infierno del diablo. “Grande es mi iniquidad para ser perdonada.” Gn. 4:13. Caín está viviendo hoy día después de seis mil años maldecido y atormentado en la gran cárcel de Dios todo por ser egoísta y testarudo para hacer las cosas a su manera en vez de a la manera de Dios, el camino de la vida eterna es simplemente creer en el hijo de Dios Cristo Jesús y en los méritos de su sangre derramada. “Porque la paga del pecado es muerte: mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Ro. 6:23.
Cuando Dios vino a morir en la cruz y se reconcilió con el hombre, encontramos que la voz de la sangre la cual había clamado a través de cuatro mil años por justicia y venganza, se volvió llena de misericordia y ahora suplica por las vidas de hombres pecadores y mujeres.
En los días antiguos, en Israel, había seis ciudades que fueron apartadas como ciudades de refugio. Un asesino podía huir a una de esas ciudades y estar protegido del vengador. En aquellas ciudades mucha gente triste vivía, protegida de la cruel mano de justicia y venganza pero sin perdón e incapaz de salir. Bajo la ley de Israel, a la muerte del Sumo Sacerdote, estos habitantes maldecidos por el pecado eran perdonados y libertados, y cuan felizmente regresaban a sus casas. Esto fue solo uno de los muchos tipos y sombras de la obra de liberación de la muerte del más grande Sumo Sacerdote de Israel, JesuCristo.
Tomó esa muerte para satisfacer la ley, y para libertar eternamente de la culpa del pecado a los que creen. A partir de su resurrección, Él, como nuestro gran Sumo Sacerdote ha estado sentado a la diestra de Dios el Padre y lleva su vestidura sacerdotal vista en Ap. 19:13: “Y estaba vestido de una ropa teñida en sangre”.
Y para cada creyente atrapado en una vieja debilidad, que clame al Señor por perdón, la voz de la sangre clama al padre en Su Nombre por misericordia “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para que nos perdone nuestros pecados, y nos limpie de toda maldad.” “Mas si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión entre nosotros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” I Jn. 1:7-9.
Por lo tanto, la sangre de Cristo clama por misericordia, como la sangre de Abel clamaba por venganza y el apóstol Pablo al escribir en Hebreos 12:24 ve esta voz de la sangre de Jesús, hablando de mejores cosas que la voz de la sangre de Abel.
Hoy día, los grandes grupos religiosos hacen énfasis en sus credos en vez de centrarse en Cristo, y sus iglesias con miembros bautizados están llenas de gente no salva, y son negligentes en las verdades bíblicas como el poder de la sangre derramada de nuestro Señor. Millones de personas están dependiendo en sus miembros de la iglesia en vez de trabajar en la obra terminada de Cristo para su salvación, y la voz de la vida que está en la sangre, se escucha en no muchos púlpitos modernos.
Sin embargo, el gran apóstol Pablo enfatiza este tema en todos sus mensajes a las siete iglesias a las cuales escribió: A los santos en Éfeso, “En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados”. Ef. 1:7. A los Hebreos, “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció fuera de la puerta.”. He. 13:12. A la iglesia en Colosas, “pacificando (con Dios) por la sangre de su cruz”. Col. 1:20. A las iglesias en Roma, “Al cual Dios ha propuesto en propiciación por la fe en su sangre”. Ro. 3:25.
Luego, cuando Juan cierra el canon de la Escrituras en el libro de Apocalipsis, escribe “Y ellos le han vencido (a Satanás) por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio”. Ap. 12:11.
Querido lector, la VOZ de la SANGRE de Jesucristo clama desde la cruz por misericordia, si tú crees en Jesucristo, su sangre derramada estará en tu corazón y no en tus manos.
Si tú no eres salvo y aunque vivas una buena vida moral e incluso seas un miembro de la iglesia pero nunca has nacido de nuevo espiritualmente, si no te arrepientes y verdaderamente crees en Él como tu Salvador, confiando en los méritos de su sangre derramada, entonces, estarás delante del juicio de Dios, y la VOZ de la SANGRE de JesuCristo que ruega por ti ahora, te enfrentará para acusarte y condenarte y llevarte a un juicio eternal. Estos son los días de siembra. ¿Qué cosecharás?