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Los siete pactos del Calvario

Los santos redimidos de Dios, que han partido a la gloria, llenan el cielo con sus alegres cantos de redención. En Apocalipsis 5:9, se registra uno de estas alabanzas: “Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y nos has redimido para Dios con tu sangre, de todo linaje y lengua y pueblo y nación”.

 

La fuente de esta redención, el calvario, ha proyectado su sombra profética sobre la vida de los primeros patriarcas. Al sostener a sus hijos recién nacidos, la profecía mostraba la vida que su hijo viviría y le nombraban de acuerdo a ella. En todos sus nombres, una letra del nombre de Jehová identificaba al recién nacido como un hijo de Dios. Jehová tomó para sí mismo, siete nombres compuestos para señalar la séptuple obra redentora de su ofrenda en el calvario. 

Los siguientes nombres establecen un pacto de la obra del calvario respectivamente: Jehová Jireh, Jehová Rapha, Jehová Nissi, Jehová Shalom, Jehová Raah, Jehová Tsidkenu y Jehová Shammah. 

 

 

El salmista David, al entender esta gran salvación, en el Salmo 103:2,3, escribió: “Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias”. Posteriormente el profeta Isaías en su maravilloso capítulo 53, establece los siete sufrimientos de muerte (en Isaías 53:9, la palabra hebrea para “muerte” está en plural, así como en Ezequiel 28:10), porque Jehová “cargó en él el pecado de todos nosotros”. 

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido”. Herido, molido, castigado y angustiado. Is.53:4-9. En el calvario, el Yehoshuah mesiánico judío, al morir, clamó: “Consumado es”.

 

El apóstol Pablo, al ver que muchos cristianos descuidaban los beneficios redentores de Cristo Jesús, escribió en Hebreos 2:3 para advertirnos: “¿Cómo escaparemos nosotros, si tuviéramos en poco una salud tan grande?”. La creación entera de Dios, cielos y tierra, y la vida sobre la tierra, son memorias proféticas de su sacrificio. Las sesenta constelaciones de estrellas que forman el Zodiaco solar y lunar cuentan la más grande de todas las historias. Aun en la historia nacional de Israel, todos sus mandamientos, leyes, ordenanzas y fiestas nacionales, no fueron sino figuras de cosas mejores que vendrían con la redención. 

 


Uno mira las mismas sombras presentes de la séptuple redención del calvario, a través de toda la raza adámica. Aun los primeros patriarcas tuvieron que cumplir siete actos, en adoración, porque Dios sólo los encontraba en el sacrificio. Su ofrenda hubiera sido en vano, si ellos hubieran fallado en obedecer a Dios y en poner sus manos sobre la cabeza del cordero del sacrificio. Ellos tuvieron que ver hacia el futuro a la cruz, como ahora nosotros vemos hacia el pasado, sus actos de obediencia fueron también actos de fe. 

 

Al colocar sus manos sobre el sacrificio sustitutorio, ellos sabían que sólo era un sustituto del Cordero de Dios, que Abraham profetizó en Génesis 22:8, así como el Cordero, Hijo Mesiánico de Dios es un sustituto por cada uno de nosotros. Cuando el pecador ponía sus manos sobre el corderito a punto de morir en su lugar, en primer lugar, tenía que Confesar su pecado y su necesidad, para identificarse con el sacrificio, en segundo lugar, Profesar su fe, para dar cumplimiento a la Palabra de Dios.

En el calvario, Jesús, nuestro Señor, cumplió toda ordenanza ceremonial de Israel. Él no sólo dio su vida física al derramar su sangre, sino su alma que no murió en la cruz, vino a ser el macho cabrío que llevó todos nuestros pecados al infierno profundo. En el Salmo 88, se ve el alma de Cristo en terrible tormento, al morir en el lugar del alma de cada creyente. En el Salmo 139:15,16, la iglesia es concebida en sus sufrimientos en el infierno profundo. Como en los cielos, en el corazón de Lucifer, Ez. 28:12-19; Is. 14:9-17, miramos que fue concebido el infierno. Pablo vio esta escena de Cristo quien descendió a las partes profundas de la tierra en Efesios 4:8-10, y también David tuvo la misma revelación en el Salmo 68.

Jesús vino en su ministerio terrenal, a vivir la Vida Modelo para su Iglesia, y él alcanzó por fe, como Abraham, a poseer el ministerio séptuple de liberación del Calvario, aun antes de que fuera a la cruz. Por la misma fe, cada cristiano ha alcanzado el calvario y ha puesto las manos en el Cordero de Dios a través de la confesión, para poner sus pecados sobre él y de esta manera ha obtenido la gracia del calvario que nos imparte vida eterna. 

 

Después llegó el apóstol Pablo para predicar el Evangelio, basado en la obra consumada del calvario y compuesto de las siete doctrinas bíblicas que fluyen del calvario. Éstas se encuentran en Hebreos 6:1,2 y son: doctrina de Cristo, arrepentimiento, fe en Dios, doctrina de bautismos, imposición de manos, resurrección de los muertos, y la séptima es el juicio eterno. Los siete pactos del calvario que componen la doctrina apostólica, las bases de la iglesia apostólica primitiva son: Justificación, santificación, sanidad divina, salud divina, reposo de fe, vida resucitada y gloria de Dios.

Examinemos estos siete pactos del calvario que dan al creyente Completo Dominio sobre todas las cosas que ahora le tienen bajo dominio, el primero es justificación y el segundo, santificación. El primero da liberación al espíritu humano (pneuma) de la culpa del pecado, mientras el segundo da a nuestra alma (psuche) o vida mental, liberación del poder de hábitos pecaminosos sobre nosotros.

 

 

Justificación trae arrepentimiento y el habitar del Espíritu de Cristo, quien recrea nuestro espíritu humano en una creación nueva sin pecado. “Cualquiera que es nacido de Dios (nuestro espíritu), no hace pecado, porque su simiente está en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. I Jn. 3:9. 

I Juan 5:18 muestra la seguridad de la salvación en el espíritu del creyente y también hay treinta promesas incondicionales en el Evangelio de Juan, como: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán para siempre, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, mayor que todos es: y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.       Jn. 10:28, 29.

Ésta proporciona al creyente nacido de nuevo en Cristo una Obra de Gracia del Calvario que le asegura una Posición eterna en la familia de Dios. Así como tú tienes una posición eterna como miembro de tu familia por causa de tu Nacimiento y Sangre. Pablo se refiere a nuestra posición perfecta al estar “en Cristo”.

Martín Lutero, el sacerdote católico, al arrastrarse sobre sus sangrantes rodillas, como todavía es común verlo en estos días en México, se esforzaba para permanecer salvo o redimido, por medio de las penitencias. Entonces Dios le habló: “Ahora el justo (aquel que ha sido redimido) vivirá por fe...”. He. 10:38. El nuevo nacimiento en Cristo es una vez, pero la segunda obra del calvario, santificación, es progresiva. 

 

 

Si examinamos el segundo ministerio de liberación, santificación, efectuada por Cristo Jesús para nosotros en el calvario, vemos que es un apartarnos para Dios. Esta es la obra hecha en nuestra alma o vida mental, y con la ley de la mente, Ro. 7:23, tenemos una voluntad soberana de elección, así que tenemos necesidad de una profunda consagración para continuar nuestro andar en el Espíritu y no en la carne. Por tanto, al despertar a nuestra necesidad de una vida espiritual más profunda para vencer la naturaleza adámica de pecado, volvamos al calvario por fe, y reclamemos las arras de nuestra herencia, la cubierta de nuestras vidas por el Espíritu Santo, que fue la última promesa y profecía de nuestro Señor. Hch. 1:8. 

 

Esta obra del calvario está imperfecta en nosotros hasta que alcanzamos la madurez en Cristo. Porque empezamos en un Estado de bebés espirituales y conforme obedecemos los setecientos mandatos del Nuevo Testamento, y entramos en el poder de las muchas promesas, crecemos espiritualmente, conforme la vida de Cristo se forma en plenitud en nosotros. Así nuestra Posición (espiritual) es eterna, pero nuestro Estado de crecimiento varía conforme obedecemos o desobedecemos la Palabra del Señor. 

En cuanto escalamos esta montaña invisible del calvario para reclamar nuestra herencia en Cristo, y bebemos de las fuentes de vida, encontramos muchas piedras de incredulidad las cuales debemos echar fuera. Después de pentecostés, el Espíritu Santo desea poner algunos de los nueve dones espirituales de I Corintios 12:8-10, en nuestras vidas llenas del Espíritu. Algunos de los hombres son puestos en los cinco oficios ministeriales de Efesios 4:11, porque Cristo edifica su Iglesia Neotestamentaria en su Orden divino. Después de pentecostés, aprendemos a lavar nuestras mentes constantemente con la Palabra de Dios.

La tercera de las fuentes del calvario que cada creyente en Cristo puede beber de ella, es sanidad divina para el alma y para el cuerpo, hay tan poca predicación sobre el calvario en nuestras iglesias modernas, y las iglesias de Laodicea han llenado este pozo de vida con muchas piedras de incredulidad. 

 

Nuestras iglesias nos han enseñado lo que tenemos de incredulidad, al mencionar que los días de los milagros han terminado, y que no es la voluntad de Dios sanar los cuerpos enfermos, y otras más enseñan que esto no está en la Biblia.

Podemos quitar estas piedras de incredulidad al examinar el ministerio de vida de nuestro modelo, Jesús, quien sanó a los enfermos y también envió a sus discípulos y les mandó hacer lo mismo. El apóstol Pablo todavía lo practicaba en Hechos 28:7-9. El apóstol Mateo interpretó Isaías 53:4, 5 en Mateo 8:17 y dijo: “El mismo tomó nuestras enfermedades, llevó nuestras dolencias”. Cristo estableció el ministerio de sanidad como un don en la Iglesia Neotestamentaria. Lo estableció en la Gran Comisión a la Iglesia Neotestamentaria en Marcos 16:17, 18, que dice: “Y estas señales seguirán a los que creyeren: en mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas... sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. Éste es un Mandato con Promesa. 

 

Muchos de nosotros en los pasados cincuenta años hemos avanzado con rapidez hasta la séptima posición de la gloria del calvario, pero al ser ignorantes espiritualmente de todos los beneficios de los pactos del calvario, el diablo nos ha hecho descender. Sin embargo, ahora estamos escalando con determinación para contender por nuestros derechos de nacimiento y herencia. Si puedes ver tus propias enfermedades en Jesús en la cruz, entonces pronto serás liberado, pero si tú confiesas que la enfermedad está en ti y no en él, entonces la sufrirás.

 

Ahora examinemos la cuarta liberación de los siete pactos del calvario. Ésta es salud divina para el alma y el cuerpo, tal como la tenemos para nuestro espíritu recreado. Levantemos nuestras estacas y movamos nuestras tiendas a un terreno más alto. Aquí encontrarás la fuente de salud divina llena de piedras de duda, temor, incertidumbre e incredulidad. La iglesia común ha fallado en suplir la necesidad del pueblo, y ninguna congregación puede subir más alto que su pastor.

En la ley de impartición, cuando la gente del Antiguo Testamento imponía sus manos en los sacrificios, consideraban solamente la Palabra de Dios. Debemos regresar al calvario en nuestra fe y obtener un entendimiento más claro de esta liberación, miremos atrás a los sacrificios de Israel, los cuales fueron memoriales del calvario, y examinemos su Ofrenda de Paz. Este sacrificio debía ser siempre por Fuego (el fuego habla de la unción que pudre el yugo). Éste proveía la paz cada día, una calma en el tiempo de las tormentas. Las manos eran puestas sobre el sacrificio y todos los castigos del pueblo eran impartidos por fe al cordero.

 

Cuando Israel entró a Canaán, comenzó un sacrificio diario, al ofrecer un cordero en la mañana y otro en la tarde, de esta manera siempre se quemaba sobre el altar un cordero en el fuego que nunca se apagaba. El profeta Isaías conocía esta liberación de paz y escribió: “... el castigo de nuestra paz sobre él”. Is. 53:5. Después en Isaías 26:3, escribió: “Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento (mente, conciencia) en ti persevera; porque en ti se ha confiado”. Hoy, miles de cristianos son vejados y atormentados con turbaciones físicas y mentales. Tú puedes Impartir por Fe todos tus Castigos de la paz sobre el Cordero inmolado de Dios en el calvario.

El quinto pozo de aguas de vida del calvario es paz y reposo. La anterior liberación de “paz” trajo calma en las tormentas de la vida, mas el pacto de paz y reposo de fe te conserva en reposo a través de todas las tormentas y pruebas de la vida, como el gorrión escondido en la grieta de la montaña descansa mientras la tormenta estalla.        
     
Pablo encontró este reposo y dijo: “Ninguna de estas cosas me mueve”. Hch. 20:24 (versión King James). Jesús encontró este reposo y estaba en paz aun durante su crucifixión y muerte. Tomemos por fe Colosenses 3:3, juntamente con Pablo: “porque muertos sois, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

Debes encontrar Reposo en cada una de estas posiciones del calvario, o no podrás ascender y poseer alguna más alta. Es tan importante que el cristiano encuentre Reposo en su justificación o nunca podrá entender y gozar de alguna experiencia más alta del calvario, porque aquí uno encuentra el Reposo de Dios. Cuando obras en tus preocupaciones, temores e incertidumbres de la vida, Dios reposa pero cuando tú reposas, Él obra.  

Los insectos, las aves y los animales salvajes viven en forma continua en la presencia de sus enemigos, sin embargo tienen reposo, así puedes tú asegurar tu reposo cuando crees, porque  Cristo vive en ti y estás sellado con el Espíritu Santo para el día de la redención, Ef. 4:30. La conciencia es tu fe despierta y tu reconocimiento consciente de Dónde está tu turbación, en ti o en Cristo, lo cual determina el resultado: “Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado”. Mt. 12:37.  De nuevo, el Señor te ofrece Reposo en otro Mandato con Promesa: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar”. Mt. 11:28.

 

La sexta fuente de bendiciones eternas para los hijos de Dios es la vida resucitada. La mayoría de las enseñanzas hacen al creyente ver hacia la próxima venida del Señor y, por supuesto, cuando nuestros cuerpos serán vivificados en la resurrección, sin embargo, ahora hay una Vida Resucitada para cada creyente. Jesús estableció esta verdad para vivir por ella: “Yo soy la resurrección y la vida”. Jn. 11:25.

Otra vez Cristo  fundamenta la ley de vida. “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, él solo queda”. Jn. 12:24. Aquí la vida resucitada del calvario prescribe su orden, en muerte, sepultura y resurrección. Aun la pequeña oruga debe estar dispuesta a entregar su vida como oruga sepultada en su capullo, antes que la vida resucitada efectúe el milagro y la convierta en mariposa. En el momento de nuestra regeneración nosotros entregamos nuestra vieja vida, al considerarla crucificada con Cristo y sepultada, para que él pueda vivir su vida resucitada cada día en nosotros.

 

Cuando encuentres algún hábito mundano o pecaminoso que resurge en tu vida, es porque te has prestado al diablo. Entonces Satanás vive su vida en ti a través de la reavivada naturaleza adámica, y a menos que tú la juzgues con arrepentimiento, serás castigado con juicio correctivo. Encontramos que el apóstol Pablo, en Filipenses 3:10, presiona profundamente en cuanto a este poder de la resurrección, “a fin de conocerle, y la Virtud de su Resurrección”.

Ahora examinemos el séptimo ministerio coronado del calvario, la gloria de nuestro Señor resucitado. En Ezequiel 8 y 9, leemos acerca de las cuatro profanaciones en Israel: de su santo templo, de su sacerdocio, de su Palabra y de su pueblo, que causaron que la gloria de Dios se levantara de su vida nacional. 

 

Por causa de las mismas cuatro profanaciones en la vida individual y de las congregaciones, la gloria del Señor se ha apartado. Año tras año a través de los siglos, la gente incrédula dentro del pueblo de Dios, continúa rodeando el monte Calvario, sin presionar para alcanzar las siete fuentes de vida y la posesión de su herencia.

En I Pedro 5:4, Dios ha establecido una recompensa de gloria con la que coronará la vida del completo vencedor en Cristo. En el monte Sinaí, Moisés entró en la gloria de Dios. En el monte Carmelo, el profeta Elías vio la gloria de Dios descender. Jesús tomó a tres de sus doce discípulos, que tenían una consagración suficientemente profunda, al monte de la transfiguración para contemplarle en su gloria. 

 

Conforme las tinieblas cubrieron la cruz del calvario y a nuestro moribundo Señor, Dios sacudió la tierra, y los crucificadores de Cristo temblaron ante la presencia de la gloria de Dios. El apóstol Pablo insistió más profundamente en esta gloria coronada a través de los sufrimientos de Cristo, y en Filipenses 3:10, dijo: “A fin de conocerle... y la participación de sus padecimientos”.

Ahora estamos entrando en la última vigilia del Señor conforme cruzamos la última y séptima frontera de esta era de la Iglesia. El Espíritu nos llama para ascender y pelear contra el enemigo en los siete pozos de agua del calvario para que poseamos las alturas de Dios. Contendamos por la Fe o Credo Apostólico de los Siete Pactos del Calvario, que pueden darnos el completo reposo del vencedor en Cristo, al recordar que están puestos en Orden Divino para dominio, a fin de tener una victoria dominante sobre todo lo que ha tenido dominio sobre nosotros, y que el primer pacto de Dios con la prerraza, en Génesis 1:26, 28 pueda cumplirse en el Cuerpo de Cristo.

 

Los siete pactos son Justificación (para el espíritu), Santificación (para el alma), Sanidad Divina (para el cuerpo). Los últimos cuatro, para que Cristo sea plenamente formado en nuestras vidas, son Salud Divina, Paz y Reposo, Vida Resucitada, y Gloria de Dios. “Santificaos, porque Jehová hará mañana entre vosotros maravillas”. Jos. 3:5.

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